Todo lo que se usa se acaba por desgastar, y el cuerpo humano no es menos, y aunque hay cosas que se sobrellevan algo mejor, la cosa se complica cuando de lo que hablamos es del desgaste que sufren los cartílagos que amortiguan y protegen los extremos de los huesos para favorecer el movimiento de la articulación… Es la ARTROSIS, que ya afecta ya al 28% de población global mayor de 60 años y en 2020 será, según la Organización Mundial de la Salud, la cuarta causa de discapacidad; De hecho es la enfermedad reumática más frecuente, especialmente entre personas de edad avanzada.
El síntoma principal es, claramente, el dolor, sin el cual el diagnóstico sólo sería posible por ‘mera casualidad’ a causa de alguna prueba radiológica indicada por cualquier otra causa. Sin embargo el dolor siempre aparece, ya que no hay que olvidar que el desgaste de los cartílagos que protegen las articulaciones hace que los dos huesos desnudos se rocen. Las articulaciones de rodillas, manos, cadera y columna vertebral son las más afectadas y el dolor es muy característico ya que, en el comienzo de la enfermedad, aparece al mover la articulación, aunque éste se hace presente también en reposo, especialmente el levantarse por las mañanas en una fase posterior.
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Otro síntoma característico es la deformación de la zona afectada, ya que los huesos sufren un crecimiento lateral y la formación de nódulos por la degeneración del cartílago que hace que la articulación se agrande y ensanche. Además pueden aparecer inflamaciones y edemas alrededor de la articulación dañada.
También un signo propio de la artrosis es el crujido que suele sonar al mover una articulación después de tenerla un rato en reposo.
Una vez que aparece la artrosis lo único que se puede hacer es seguir una serie de pautas para retardar, dilatar en el tiempo, el avance de la enfermedad, ya que por el momento no hay tratamiento que la cure. Es posible que si en nuestra familia ha habido casos de artrosis nosotros tengamos tendencia a padecerla, aunque su origen es más atribuible a no haber tratado adecuadamente lesiones por fracturas o traumatismos importantes, el sobrepeso de una persona obesa (resulta fatal para las rodillas), malas posturas o algún tipo de oficio en especial desempeñado durante un tiempo prolongado y, por supuesto, el paso de los años.
Sin embargo esto no quiere decir que debamos permanecer impasibles. Muy al contrario se deben de establecer en la vida diaria una serie de rutinas, de pautas que ayudarán a vivir con la artrosis con calidad de vida. Lo primero es precisamente eso, no pararnos y hacer ejercicio como nadar, caminatas, bicicleta y natación y ejercicios puntuales para cada articulación, aunque sin olvidar el reposo en los períodos en que aparece el dolor, pero hay que tener presente que si no nos ejercitamos disminuirá la movilidad y aumentará la dependencia. No hay que forzar las articulaciones ni hacer movimientos bruscos y tener cuidado, evitando mantener la misma postura o permanecer quieto de pie por tiempo prolongado. A la hora de dormir es aconsejable utilizar una cama plana con un colchón firme, y para sentarnos utilizar sillas de respaldo recto donde caderas y rodillas mantengan una posición natural y los pies estén en contacto con el suelo. Evitar el exceso de peso, sobre todo si tenemos artrosis en las rodillas.
De forma periódica se pueden hacer baños de con agua bien caliente y sal marina antes de acostarse y los masajes con aceite de almendras o alcohol alcanforado y desde luego utilizar utensilios domésticos de mango ancho y poco peso, así como abrelatas eléctricos y herramientas similares que nos eviten esfuerzos.
En cuanto a las contraindicaciones, nada de subir escaleras, coger peso o subirnos a unos tacones.