Las señales que recibimos del mundo exterior son descifradas a nivel de los receptores sensoriales (como la retina para la vista, el oído interno para los sonidos) y transformadas en una especie de señal eléctrica, el flujo nervioso.
¿Cómo funciona el cerebro?
La información se transmite entonces al cerebro, en varias etapas. Es a nivel de la corteza cerebral donde se efectúa la síntesis de información, de distinta naturaleza, que nos permite tener una visión de conjunto de la realidad. Ésta síntesis de señales externas es interpretada en función de la información que nos llega de nuestro organismo (como son nuestras necesidades y deseos). A partir de estos componentes, tomando los elementos guardados en nuestra memoria, el cerebro elabora planes de actuación que van a dirigir nuestra actividad.
El universo de los “neurotransmisores”
Las neuronas se separan unas de otras por un espacio llamado “hendidura sináptica”.
El flujo nervioso no puede pasar directamente de una neurona a otra. Las neuronas se comunican entre sí por medio de mensajeros químicos que reciben el nombre de “neurotransmisores”. Éstos atraviesan la hendidura sináptica y actúan sobre los receptores de la neurona siguiente.
La neurona A secreta los mediadores químicos (neurotransmisores) que va a activar la neurona B fijándose en los receptores especializados. De esta forma se transmite la información de una neurona a otra (en realidad una neurona no está conectada a una única neurona sino a cientos de ellas). Los neurotransmisores en exceso son en parte retomados por la neurona, y en parte destruidos por una enzima, como por ejemplo la colinesterasa en caso de la acetilcolina.
Los medicamentos pueden mejorar la transmisión aumentando la cantidad de neurotransmisores en la hendidura sináptica:
- inhibiendo el proceso de retoma por parte de la neurona (antidepresivos),
- inhibiendo la enzima que los destruye (es el caso de los medicamentos utilizados en la enfermedad de Alzheimer, los inhibidores de la colinesterasa por ejemplo).
Los requisitos para que la comunicación entre neuronas sea eficaz
Para una buena comunicación se necesita una correcta fabricación (síntesis) de los neurotransmisores por parte de la neurona, y que estén disponibles en cantidad suficiente.
Los principales neurotransmisores que se conocen son la acetilcolina y las catecolaminas (noradrenalina, dopamina, serotonina). Pero existen muchos otros como el glutamato, implicado en la muerte celular programada, y el GABA (ácido amino gamma butírico) cuyo papel es esencial en ciertas manifestaciones afectivas.
Los neurotransmisores son sintetizados en el cuerpo de la neurona y transportados hasta la hendidura sináptica, donde se liberaran en caso de excitación. La transmisión de la información necesita pues:
- una síntesis suficiente de neurotransmisores,
- una buena circulación dentro de la neurona para poder desplazarse del lugar de almacenamiento en la célula hasta la hendidura sináptica,
- presencia de receptores especializados en la neurona siguiente.
Un capital fijo al nacer
Es necesario recordar que el hombre está dotado, desde el momento de su nacimiento, de un número limitado de neuronas que no tienen la facultad de dividirse, es decir, de reproducirse. A lo largo de nuestra vida, perdemos un cierto número de neuronas por el desarrollo humano y por la aparición de ciertos episodios patológicos (por ejemplo traumatismos craneales).
Cuando las neuronas mueren, contrariamente a las células del organismo, no pueden regenerarse. Pero existe sin embargo la posibilidad de compensación ( lo que se llama “plasticidad cerebral”) que consiste en la puesta en funcionamiento de hendiduras sinápticas inactivas. Pero esta capacidad es limitada y cuando la pérdida neuronal es muy importante, la función (memoria, orientación, coordinación de los movimientos musculares…) desaparece.
Pero hay que añadir que esta función perdida puede recuperarse gracias a otras redes de neuronas (este es el principio de la reeducación). Todo lo que disminuya el número de neuronas activas en el cerebro (traumatismos cerebrales, lesiones vasculares, alcoholismo, etc.) limitan esta capacidad de compensación.
Nuestro centro de aprendizaje
Es el cerebro el que permite aprender. Desde que nace, y a medida que crece, el niño aprende a sujetar la cabeza, andar, coger los objetos, utilizar y comprender las palabras, almacenar información en su memoria, conocer el tiempo y el espacio, adquirir los comportamientos sociales y el significado de los símbolos. A medida que las adquiere, estas informaciones se almacenan en la memoria. Ya adulto, utilizará estas fuentes de información para desarrollar sus actividades cotidianas.
Para que el cerebro funcione bien no sólo hacen falta las células nerviosas y un buen estado de los neurotransmisores. También es necesario que esté bien irrigado por la sangre (más del 20% de la sangre pasa por el cerebro en un minuto), que le aporta los elementos esenciales a su funcionamiento: el oxígeno y la glucosa que le proporcionan la energía suficiente a la síntesis de constituyentes.
¿Qué pasa con la edad?
El cerebro envejece como nuestro cuerpo.
De forma progresiva, se desarrollan una serie de modificaciones que van todas hacia una disminución:
- disminuye la cantidad de sangre que irriga el cerebro (casi un 25% a los 70 años), pero esta disminución es todavía compatible con un funcionamiento normal de los centros nerviosos;
- se reduce un 10 % el consumo de glucosa y de oxígeno por las neuronas;
- disminuye la tasa (concentración) de los neurotransmisores en el cerebro,
- disminuye el número de neuronas.
Sin embargo no hay que confundir el envejecimiento del cerebro (como órgano) con el envejecimiento psíquico. Al inverso de lo que pasa con otros órganos, existe una diferencia importante entre el órgano cerebral y su función. Todos conocemos personas mayores, alertas e inteligentes que conservan todas las facultades mentales, mientras que otras personas de misma edad, se degradan.
Estas diferencias proceden de dos hechos:
- no somos iguales frente al proceso de envejecimiento normal. Algunos envejecen más rápidamente que otros;
- ciertas personas presentan lesiones degenerativas o vasculares asociadas a la edad de difícil diagnostico precoz