Podemos expresar a los demás nuestros deseos, lo que queremos, pero nunca presentándolo como una exigencia…
Hay distintas forma de pedir. Las cosas no acontecen solas y, para conseguir lo que queremos, necesitamos la colaboración de la otra persona implicada. Podemos expresar un deseo que motive a la gente a cumplirlo porque quieren hacerlo o podemos exigir que se nos dé lo que queremos sin respetar el punto de vista de la otra persona.
Muchas personas mayores, a veces, se sienten insatisfechas por lo que tienen y por lo que dan y reciben en su día a día. Piensan que tienen el derecho de recibir lo que quieren pero no saben como pedirlas para que los demás se motiven a cumplirlas. En general estas personas se relacionan desde sus expectativas y sus exigencias y no se dan cuenta de que es mucho más fácil conseguir lo que queremos desde la cortesía y una buena convivencia. Para que se tome en consideración lo que quiero, necesito yo mismo comprender lo que quieren los demás. Las personas que exigen sin tener in consideración las emociones y las necesidades de los demás acaban no resultando simpáticas y menos todavía empáticas.
Pedir que los demás actúen de una cierta forma que nos satisfaga es parte de la naturaleza humana pero exigir que lo hagan sin dialogo previo y la debida cortesía no nos trae respuestas positivas ni satisfacción a nuestras exigencias.
Si nos damos cuenta de que esto es lo que nos pasa, podemos hacer un pequeño examen de consciencia de cómo nos relacionamos. Si descubrimos que solemos actuar desde las expectativas y las exigencias podemos buscar alternativas y darnos cuenta de que exigir, a menudo, no nos permite llevarnos bien con la gente empezando con nosotros mismos.
Cuando exigimos, sin mediar un dialogo previo, nuestro lenguaje no verbal nos delata y fruncimos la cara, utilizamos un tono de voz desafiante, nuestra mirada se hace fría y enojada y reflejamos en su conjunto una falta de cariño y aceptación por las otras personas que causa a su vez unas respuestas irritadas y molestas por parte de la otra persona y esto acaba justificando nuestra propia irritación y la de la otra persona.
La idea, a este punto, es darnos cuenta si efectivamente tenemos hábitos de relación que no nos hacen sentir bien con nosotros mismos y con los demás y, cuando los reconocemos, buscar la forma de cortarlos ya desde el principio de la interacción con la otra persona.
Somos buena gente y lo suyo es buscar la forma de actuar como tales en cualquier contexto.
En el tema que nos ocupa, la mejor forma de transmitir nuestros deseos a los demás es hacerlo con el debido respeto e informando de lo que necesitamos pero sin presentarlo como una exigencia que puede frustrarnos si no se cumple sino como un deseo que expresamos en nuestra conversación interpersonal con nuestro entorno y utilizando los debidos modales sin irritación y sin levantar la voz si no nos escuchan.
Si la otra persona no nos concede lo que queremos, es su derecho y no tenemos porque sentimos mal por ello; simplemente aceptamos que, por alguna razón suya, no está abierta a ello en este momento. Podemos aceptar su negación como algo que no tiene porqué ser un insulto personal. Es asunto de la otra persona que tiene un punto de vista distinto del nuestro. Esto hace que nosotros mismos podemos cambiar de objetivo en nuestra propia mente, evitando sentirnos mal por no haber conseguido lo que nos interesaba.
La otra persona a su vez, en cierto modo se pregunta a si misma en esta ocasión que es lo que ha ganado con su negación a cumplir con nuestra solicitud y, a lo mejor, hace el propósito de concedernos el favor en otro momento. Hasta puede ofrecérnoslo en la primera ocasión sabiendo que nos interesa.
Como resultado hemos salvado nuestra relación con la otra persona y al mismo tiempo hemos evitado frustrarnos y sentirnos mal por el fracaso del momento.
Si nos paramos en pensar en las ventajas de esta actitud cuando queremos conseguir algo y actuamos en consecuencia, habremos empezado una nueva forma de crear simpatía en nuestro alrededor familiar, social, de amistades y de compañeros en cualquier contexto.
Además, tendremos la oportunidad de hablarlo y de servir de ejemplo a las personas de nuestro entorno directo cuales nuestros nietos, nuestros hijos, nuestros compañeros y amigo y esto, de por sí, ya es un resultado que merece toda nuestra atención para llevarnos bien en cualquier contexto.
Resumen: Pedir lo que queremos, como un deseo en lugar que como una exigencia y evitemos sentirnos mal si no lo conseguimos. En cualquier caso utilicemos cortesía, simpatía y empatía.