Piensen por un momento en su propia vida, sus recuerdos, sus rutinas y todos sus conocidos. Familiares, hábitos normales como ir a por el periódico o, incluso, su propio nombre. Todo se va almacenando de forma normal en nuestro cerebro como si fuese una libreta a la que podemos acudir en cualquier circunstancia. Hasta aquí todo parece normal en nuestras vidas. Eso era lo que le sucedía a Clive Wearing antes de comenzar su pesadilla por culpa de una enfermedad muy común.
Clive era un director de orquesta, diestro pianista que trabajaba como músico. Su pasión, algo que se le daba especialmente bien, le permitía además de querer vivir, poder hacerlo. La otra alegría que tenía en la vida era su mujer, Deborah, por quien profesaba un amor muy profundo que trascendía todo lo inimaginable. Todo parecía sonreírle hasta que un día algo trastocó su cerebro, dejándolo completamente incapacitado para desempeñar ninguna función.
Una mañana se levantó y, trastornado comenzó a realizar preguntas. No recordaba quién era, qué hacía allí o cómo había llegado. Su mujer trató de ayudarle, pero aunque sabía que la quería, no recordaba tampoco su nombre ni era capaz de retener información alguna sobre lo que le iban contando. La esposa, aterrada, lo llevó a un médico para tratar de diagnosticar el caso. Aunque en un principio se le supuso algún tipo de enfermedad menor y pasajera, la verdad es que había sufrido un raro caso de evolución de algo muy común.
Lo único que no entiendo, la separación…..