A lo largo de los años, desde que empieza a hacerse patente el Alzheimer en las personas enfermas, sus capacidades cognitivas van a ir mermando paulatinamente, es decir, el cambio no es de golpe, brusco, sino que se va a producir de manera gradual. Aparecen unos síntomas que van a ir avanzando en las diferentes fases, y en las cuales se desarrollarán otras manifestaciones nuevas. Podemos diferenciar distintos síntomas cognitivos en la enfermedad de Alzheimer.
Memoria
La pérdida de memoria es el principal síntoma y el más característico de esta enfermedad. En un principio, cuando la persona es diagnosticada de Alzheimer, la concepción o idea que puede tener la familia y el propio enfermo (si no tienen conocimientos previos) es lo que hayan visto, leído o escuchado en los medios de comunicación. En ocasiones, se hace especial hincapié en este síntoma, dejando otros de lado. Más adelante veremos que la enfermedad de Alzheimer no es únicamente pérdida de memoria, sino que engloba muchos otros síntomas.
Podemos distinguir varios tipos de memoria que se ven afectados durante el curso de esta enfermedad. Si las clasificamos según su duración diferenciaríamos:
Clasificación según su duración
Memoria inmediata
Es la que utilizamos para retener información importante o necesaria durante un tiempo determinado (unos segundos) para después poder actuar o llevar a cabo una operación definida. En este caso, el almacenamiento de datos se limita a unos pocos objetos.
Memoria reciente o a corto plazo
Junto con la memoria inmediata, es lo primero que se va a ver afectado y por lo cual se pueden empezar a crear alarmas en su entorno cercano. En este caso, el almacenamiento de datos es mayor al igual que su duración, oscilando entre unos días y varias semanas. La pérdida o deterioro de este tipo de memoria, implica que nuestro familiar no va a ser capaz de recordar sucesos que han ocurrido recientemente. En un principio olvidará hechos que hayan acontecido hace unos días y poco a poco se irá acortando ese tiempo hasta que, en fases avanzadas, llegue a no recordar lo que ha hecho hace unas horas o unos minutos.
María, de 82 años, lleva cinco de evolución desde que le diagnosticaron la enfermedad. Todos los días sigue la misma rutina: se levanta a las nueve de la mañana, desayuna, se ducha y, con la asistencia de su cuidadora profesional que la cuida día y noche, comienza sus actividades diarias de estimulación, pasando de la tabla de gimnasia a ejercicios diversos de memoria, lenguaje, orientación, etc. Antes de comer, se relaja en el salón viendo la televisión. Cuando llega a casa Julia, su hija, a las dos de la tarde, se disponen a comer, esta última le pregunta a su madre qué ha hecho durante la mañana, pero María no es capaz de recordarlo. Unas veces le dice que no sabe y otras, la respuesta es incorrecta.
Esta situación tan común, propicia además que la persona se desoriente más en el tiempo y el espacio, pudiendo llevar al enfermo a comportarse de manera inadecuada en determinados momentos. Por ejemplo, en el caso anterior, que la protagonista María le diga a su hija a mediodía que tiene que desayunar ya que no recuerda que lo ha hecho anteriormente.
Estos cambios que se observan en la persona enferma de Alzheimer se deben a que en su cerebro se están produciendo alteraciones fisiológicas y morfológicas. Las neuronas, encargadas de procesar la
información que recibimos del exterior, están “muriendo” y creando menores conexiones entre ellas.
La zona del cerebro encargada de la memoria y el aprendizaje se denomina hipocampo. Si comparásemos una imagen de un cerebro sano con otra de un cerebro con Alzheimer, observaríamos que debido a la pérdida de neuronas, el volumen del cerebro habría disminuido. Además, diferenciaríamos numerosas zonas “vacías”, “huecas” en el cerebro por el mismo motivo. Y si nos fijásemos en el hipocampo, que hemos dicho que está relacionado directamente con la memoria, veríamos que con el paso de los años llega a desaparecer casi en su totalidad.
Por ello, tenemos que evitar tener pensamientos del tipo “no lo recuerda porque no quiere” o “no hace lo que le digo para fastidiarme”, ya que el enfermo no es capaz de recordar o realizar otro tipo de tareas seguramente porque no puede debido a que esa parte del cerebro ha dejado de funcionar y no tanto porque no quiera, como a veces se puede pensar.
Memoria remota o a largo plazo
Este tipo de memoria es capaz de almacenar grandes cantidades de datos de nuestra biografía, desde hace varias semanas hasta recordar hechos lejanos, quiénes somos, qué hemos hecho, cómo ha sucedido nuestra vida.
En el sujeto enfermo de Alzheimer, esta memoria perdura más en el tiempo, perdiéndose antes la memoria a corto plazo y hechos más cercanos.
Memoria según el contenido que almacenamos
Memoria de trabajo:
Es la memoria que utilizamos en nuestro día a día para realizar nuestros quehaceres cotidianos.
Por ejemplo, esta memoria la utilizamos cuando queremos retener un número del listín telefónico. Utilizaremos esta memoria para guardar esa información, pero la próxima vez que la queramos utilizar tendremos que volver a buscarla. Las personas enfermas de Alzheimer podrán mantener esta función en estadios muy iniciales, pero según avance la patología la perderá o se verá afectada, por lo cual no serán capaces de
retener un número de teléfono durante un corto período de tiempo o recordar la lista de la compra si no la llevan apuntada, etc.
Memoria episódica
Este tipo de memoria hace referencia al recuerdo de datos y hechos concretos, de dónde y cuándo acontecen. Gracias a ello podemos organizar de manera correcta los sucesos de nuestra vida.
Las personas que padecen esta enfermedad van a tener dificultades a la hora de recordar y organizar los hechos acontecidos en su vida. En un primer momento, se mantendrán intactos los recuerdos lejanos, mientras que los sucesos más recientes se perderán de manera temprana.
Manuel tiene Alzheimer y vive con su mujer Rafaela en Madrid desde hace 10 años. Hace tiempo no recuerda que está casado y la convivencia se ha vuelto tensa. Por las noches se despierta y la grita, pregunta que quién es y la echa de la cama. Por ello ahora duermen en camas separadas. Otras veces, la confunde con su madre y la relación que mantiene con ella se desarrolla en base a este parentesco. Además, se encuentra desorientado y cree que vive en el pueblo de Cáceres donde se crió de pequeño.
En ocasiones, el enfermo recuerda su vida pasada como si fuese un hecho actual y por ello puede olvidar que tiene nietos, hijos o creen que aún viven en el pueblo.