A medida que la enfermedad del Alzheimer se desarrolla, la conversación se complica cada vez más porque el lenguaje se vuelve muy reducido, lo mismo que la comprensión. “Hay que usar frases cortas y palabras que digan mucho”. También recomienda que no haya conversaciones en grupo porque las personas con alzhéimer pierden el hilo y se aíslan, y que las charlas sean cada vez más sencillas. Por supuesto, hay que dedicar más tiempo a cualquier conversación: las prisas deben desaparecer.

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Una vez que la degeneración avanza y llega a una fase moderada, la comunicación debe cuidarse más, si cabe. Las frases han de ser aún más sencillas y breves, y hay que tener en cuenta que llegará un punto, antes o después, en el que las personas enfermas ni comprendan lo que se les dice ni sepan expresar lo que sienten. Es ahí donde entra en juego más que nunca el lenguaje no verbal, y lo hace en ambas direcciones. Desde el punto de vista de los enfermos de Alzheimer, por ejemplo, si no recuerdan la palabra o apenas pueden expresar un concepto, ¿cómo señalan, por ejemplo, que quieren ir al baño?

“Hay que aprender nuevos signos. En ese caso hay que ver cómo la persona se levanta, se vuelve más inquieta, quiere abrir una puerta, siente malestar… hay que tener mucho ojo para estas cosas”,

Familiares y cuidadores deben desarrollan recursos comunicativos como señalar una cafetera para acompañar a la pregunta de si apetece un café, con lo que se alcanza una mayor comprensión del mensaje que se quiere comunicar.

Finalmente, llega el mutismo. El lenguaje se pierde por completo o se convierte en unas palabras sueltas o sonidos. Es ahí donde toma especial importancia la comunicación no verbal. “A través del cariño, la paciencia y el respeto se consigue mucho más que si perdemos los nervios”.

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En esta fase, recomendamos a los familiares el libro La memoria está en los besos, que destaca que, una vez perdida la comunicación verbal, las caricias, las sonrisas, los abrazos, los paseos cortos y los juegos son básicos para mantener el vínculo. “Perciben el componente emocional y eso les sienta muy bien”, remacha el neurólogo José Antonio Reyes, quien destaca que, aunque aún queda mucho por descubrir sobre el alzhéimer, sí se sabe que es una enfermedad prevenible. ¿Cómo?

Es tan fácil como mantener hábitos saludables. “No fumar, no beber, tener una vida activa social e intelectualmente, una dieta equilibrada, descansar bien… cosas básicas que no siempre controlamos y que ayudan a que la enfermedad no aparezca o lo haga lo más tarde posible. Es algo que está en nuestra mano”, concluye con optimismo especialista del Hospital Regional de Málaga.

 

CAMBIO DE PAPEL PARA ENTRAR EN SU MUNDO

Las personas que tienen la enfermedad de Alzheimer acaban no siendo capaces de recordar a quien tienen delante, o sí se acuerdan pero tienen congelada la imagen de cómo era hace muchos años. Las capas de memoria más antiguas son las que más persisten y, por eso, especialistas como la directora de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Cantabria, Mónica Pérez, recomiendan adoptar el rol que el enfermo le adjudica:

“Si esa persona cree insistentemente que su mujer es en realidad su madre y se dirige a ella así, ¿para qué llevarle la contraria? Esa es su realidad y soy partidaria de respetarla. Es como si pregunta por alguien que murió hace 20 años. Cuando se lo dices, sufre un duelo, es como si hubiera muerto otra vez. Y probablemente diez minutos después te vuelva a preguntar por esa persona. ¿Le vas a hacer pasar otra vez por esa pena?”, se pregunta.